lunes, 2 de noviembre de 2009

La estudiante

La Estudiante

La universidad estaba plagada de gente, los estudiantes, ataviados con túnicas caminaban en grupos por los vetustos y bien iluminados pasillos. La diversidad de las ciencias que se aplicaban allí se hacía notar en el ambiente, había personas con herramientas, otras con material de escritura, algunas con instrumentos de disección y solo algunos de ellos con astrolabios y mapas del cielo. La astronomía y la física tenían fama de ser las más difíciles además de las más inútiles, lo que estaba de moda era estudiar ingeniería o metalurgia y de ese modo servir en la guerra, pero no era eso lo que pensaba nuestra amiga.
Beatrix tenía quince años y era la única chica que estudiaba física y astronomía. Su clase era poco numerosa y entre los alumnos que no venían nunca, los que desistían a causa de la dificultad y los que iban a clases a dormir se podía decir que era la única persona de su clase. Beatrix tenía los el pelo castaño oscuro, caído hacia una parte de la cara y corto, cosa que entre las chicas de la época no estaba muy de moda. Sus ojos eran de color lila, un rasgo extraño y en ocasiones de mal presagio que se estaba perdiendo a lo largo de la historia. Entre su corta estatura, su pelambrera descuidada y corta, el color de sus ojos y el hecho de ser la única chica científica era el blanco de demasiadas burlas.
La joven trabajaba durante la tarde como copista, ya que en el viejo mundo la gente no solía saber escribir le resultó fácil encontrar el trabajo, trabajaba dos horas diarias y el sueldo le llegaba para pagar su residencia, su comida y poco más.
Los profesores solían tenerle aprecio aunque no demasiado, en una sociedad machista como la de aquel entonces que una mujer estudiara y que además fuera la alumna número uno no estaba bien visto. Por otro lado y desgraciadamente, había compañeros de otras carreras que estaban encantados de ver a una chica por esos lugares, demasiado encantados.
- Eh, Beatrix – Cada dos por tres oía ese nombre por el pasillo. – Ven a mi residencia después de clase, ¿No? – Un brazo se le paso fuerte y pesado en torno a los hombros. Beatrix alzó sus ojos violáceos y vio la cara enjuta y aguileña de Dieter, uno de los alumnos de teología. Quiso negarse de malas maneras pero la interrumpieron.
- Vamos Dieter, ¿Compártela no? – Un segundo brazo se deslizó bajo su manga mientras una mano seca y sudorosa aferraba la suya. Beatrix miró al acompañante de su izquierda y descubrió a Berto, el compinche de Dieter.
- Que dices Beatrix, ¿Te vienes a pasar un buen rato con nosotros? – El nerviosismo comenzaba a afectarle, quería deshacerse de los dos, pero la tenían agarrada fuertemente y la mano de Dieter se deslizaba por el cuello de la muchacha. Ella cerró los ojos y apretó los dientes cuando las sudorosas zarpas de Berto le apretaron las mejillas. Dieter se acercaba a ella. – Vamos, dame un besito, lo bueno comenzará después. – La arrastraban poco a poco hacia los baños, estuvo allí antes de darse cuenta. – Berto vigila por si viene alguien – la rechoncha y repugnante figura de Berto se asomó por la rendija de la puerta.
Beatrix comenzaba a respirar aceleradamente, en alguna ocasión había hecho el amago de gritar, pero el nerviosismo y el terror le pudieron.
- No viene nadie. Desnúdala. – Al oír esto, la joven comenzó a patalear y a moverse violentamente mientras boqueaba, pero los enjutos brazos de Dieter eran más fuertes. Comenzó por aprisionarle un brazo, con el otro le agarró del pelo, le arañó, le golpeó pero Dieter seguía riendo como un psicópata. Las lágrimas corrían por el rostro de Beatrix, su mano libre recorrió la pared en busca de algo y halló una anilla de hierro para agarrarse incrustada débilmente en la pared.
Berto miraba el espectáculo entretenido.
- Empuja pedazo de puta, empuja – gritaba Dieter presionándola contra la pared aún con los calzones abrochados.
Beatrix gemía de dolor y miedo, agarró la anilla con todas sus fuerzas, estaba oxidada y raspaba pero aun así tiró de ella con fuerza, la gravilla del azulejo se desprendió cuando comenzó a ceder hasta que al final logró sacarla con un fuerte tirón. Por inercia, fue a estrellarse contra la sien de Dieter haciéndole caer al suelo. Berto se había quedado atónito y la joven estaba paralizada de terror, Dieter estaba en el suelo, inerte como un despojo con su cabeza rodeada por un charco de sangre.
- Asesina… ¡Asesina! ¡Voy a denunciarte a los cazadores de brujas! – Berto salió del baño corriendo y pidiendo auxilio.
Beatrix tras unos segundos reaccionó y corrió. Notaba la adrenalina fluyendo por sus venas, bajó la escalera al punto de caerse, abrió la puerta y corrió, corrió asustada sin saber a dónde ir. Acababa de matar a una persona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario