viernes, 30 de octubre de 2009

La forja de un Caballero.

La forja de un Caballero.

Abrí los ojos lentamente, acostumbrando mi vista a la potente luz blanca que emanaba de todas partes.
- ¿Dónde estoy? – Mi pensamiento sonó en voz alta. Solo obtuve silencio como respuesta durante unos segundos.
- Ser Astaroth… - Sonó una voz femenina dentro de mi cabeza.
- ¿Quién eres? ¿De dónde sale esa voz? – Era el sonido más dulce y melodioso que había escuchado nunca.
- No temas, joven caballero, soy y siempre seré tu mayor aliada. Vengo a darte una terrible noticia. – La voz estaba paradójicamente mezclada de tonos fríos y a la vez amables.
- ¿De qué se trata mi Lady? ¿Es usted una dama en peligro? ¿Necesita ayuda?
- No Astaroth, aún no. En estos momentos estás soñando mi buen caballero, pues solo durante los sueños podré comunicarme con mi más devoto soldado. – Mi rostro se tornó blanco por la sorpresa, traté de expresar algo con palabras pero me fue imposible. – Así es, soy La Dama del Lago.
Me hinqué de rodillas al suelo y agaché la cabeza.
- Tu padre acaba de morir envenenado, Astaroth. – Mis ojos se abrieron como platos. – Alguien no quiere que participe en la guerra de los caballeros noveles… tu familia está a punto de quedarse sin representante. Debes ser tú, Astaroth el primogénito, debes ir en el lugar de tu padre, debes salvar el honor de tu familia. Deprisa, despierta, el asesino de tu padre cuenta con tu no presencia, apresúrate y preséntate ante el rey, coge tu capa y corre raudo como el viento en mitad de la noche, no dejes que la lluvia impida que llegues a tu destino, no puedes escapar a tu destino… - La voz iba haciéndose cada vez más débil.
- ¿Mi lady? – Pregunté acongojado.
- Es tu destino…
Quise preguntar algo más, pero ya estaba despierto, con las prendas de seda pegadas al cuerpo por el sudor. Me apresuré a ajustarme los calzones, colocarme un jubón de cuero tachonado y calzarme con mis grebas de cuero negro. Agarré mi capa sin pasar por la habitación de mi padre, aún no estaba preparado. La tromba de agua caía incesante tamborileando en la tierra fértil del sur de Bretonia, por suerte el Rey no se hallaba a más de diez kilómetros, quería supervisar el mismo cada uno de los caballeros sureños. Agarré el semental de mi padre ya listo para partir y galopé incesante. La lluvia caía con fuerza y el caballo segregaba espuma por la boca, pero no nos detuvimos hasta llegar al campamento del mismísimo rey.
Entré, el rey aceptó la audiencia y durante media hora estuve hablando acerca de todo lo que hubo pasado. Finalmente se mantuvo en silencio durante unos segundos antes de responder.
- No hay duda de que hay alguien que quiere que tu familia no participe en esta guerra… Ya que solo tu padre ha muerto. Tú y tus cinco hermanos estáis sanos y salvos. El desalmado que le ha arrebatado a tu padre la vida es un enemigo de Bretonia, Ser Astaroth, permiso concedido, irás a la guerra en el lugar de tu padre. Que la Dama del Lago esté contigo.
- Y con vos, alteza.
Salí de allí con el pulso acelerado, había conseguido mi destino aunque a un precio demasiado alto. Llegué a mi casa y no pude dormir, cogí lo que me correspondía de la herencia en aquel momento, le conté todo a mi hermano pequeño Aurum, era el único que podría entenderlo y al partir yo, sería el dueño de la casa. Fui al vestidor, corrí la puerta secreta que daba a la cámara donde se hallaba la magnífica armadura de mi padre. Las lágrimas escaparon ávidas de mis ojos mientras me abrochaba las grebas, los quijotes, la pechera, los guanteletes y por último el yelmo en forma de oso. Anduve hacia mi cuarto con paso rápido y decidido, abrí mi vitrina y saqué de ella a Garra, la preciosa espada que me habían entregado al nacer. Su empuñadura en forma de zarpa de oso y su perfecto e impecable estilo hacían alarde de la cantidad de coronas que había costado forjarla, ahora llegaba su momento.
Antes de salir de mi casa fui a la habitación de mi padre, me acerqué cabizbajo donde descansaba su rostro con los ojos cerrados. Desenvainé a Garra y apoyé su punta en el suelo mientras me arrodillaba.
- Que la Dama del Lago te acoja en su seno, padre.
Sin detenerme un instante, sin mirar atrás y sin despedirme cabalgué implacable durante toda la noche, rumbo a la guerra, rumbo a mi destino.
La guerra duró largo tiempo, fueron años difíciles, era imposible tramar camaradería ya que cualquier soldado podía aparecer muerto en cualquier instante. Fuimos todos y volvimos pocos, fuimos inocentes e inexpertos y volvimos supervivientes, duros y veteranos, fuimos con la piel blanca y limpia y volvimos con la misma curtida y llena de cicatrices, fuimos como caballeros noveles y volvimos como los caballeros del reino…

lunes, 26 de octubre de 2009

Juicio Final

Juicio Final

Hace mucho tiempo los dioses crearon algo llamado “El Artefacto”, un objeto cuya finalidad es destruir los siete planetas del sistema lunar, o al menos eso dicen las viejas profecías. Los Trenzs, un partido político del planeta Darkum, han logrado sembrar el caos en la galaxia utilizando la peor de todas las armas, el miedo. Su líder Korvax ha afirmado en todos los discursos políticos que es poseyente de El Artefacto, amenazando con destruir todos los planetas, con el argumento de que los dioses creadores de dicho objeto salvaran a sus portadores, tal y como dicen las sagradas escrituras. Según afirma, su único objetivo es acabar con todos los problemas de la sociedad aunque el precio sea disminuir la libertad. Es por esto que los planetas se hallan bajo la presión del miedo, rindiéndose ante el potencial Trenz y convirtiéndose en sus soldados convencidos de que así lograrán salvarse si llega el fin del mundo.
Los Trenzs van creciendo de forma alarmante, ocupando casi la cuarta parte del sistema lunar. No obstante, en este universo como en muchos otros, todo el mundo tiene enemigos, unos inofensivos y otros… no tanto. En el planeta Gea se alza la base de los Geonianos, otro partido político dirigido por un consejo de sabios. El consejo, pacífico hasta la fecha, ha iniciado una respuesta desesperada contra el imperio Trenz con el objetivo de hacerse con El Artefacto. Los Trenz responden con fiereza ante los ataques con amenazas que en ocasiones amedrentan los corazones del propio consejo. Por suerte, el partido Geoniano es el que más tiempo lleva vigente y su potencia militar es similar en cuanto a eficacia a la de los Trenzs. Sus soldados son leales, duros y valientes, y sus comandantes, los Caballeros Guardianes forman una orden casi inquebrantable.
Así pues, el sistema lunar está sumido en una guerra peligrosa que atrapa a todo aquel que entre en ella.
La guerra no es la única preocupación de estos dos partidos políticos, desde que los Trenzs comenzaron a amenazar con la inmolación del sistema lunar, ha habido una serie de atentados terroristas hacia ambos bandos. Una red de mercenarios, caza recompensas, espías y contrabandistas extendida por todo el sistema parece en ocasiones incluso capaz de frenar el avance de ambos bandos. En sus irrupciones en reuniones políticas solamente ha aparecido el icono de una lanza de caballería en una enorme pantalla y una voz distorsionada que emanaba de un altavoz. Este personaje, al que han apodado Cid, dice ser la mente y el líder de toda esta red de mercenarios, proclamando firmemente que los Trenzs no poseen ningún artefacto y que la ceguera de los Geonianos los está llevando a una guerra sin sentido, amenaza con darles a los dos un motivo para ir a la guerra si no cesa esta carnicería sin sentido.
Sea como sea hay una cosa clara, el juicio final parece estar cerca.